dimarts, 3 de juny del 2014

CARTA ABIERTA AL AMIGO MAGUFO

   Quiero explicarte una historia que tiene que ver con nosotros. Porque tu y yo buscamos cosas similares. Compartimos preocupaciones y nos planteamos el mismo tipo de preguntas. Cuál es la naturaleza fundamental de la realidad, qué es verdad y qué no lo es. Qué tipo de rol es el de la humanidad en el cosmos. Y aunque vemos las cosas de maneras muy distintas, continúo cabezudamente optimista sobre el hecho de que mediante el debate y la discusión razonada podemos hacer progresos, por muy diferentes que sean nuestras visiones del mundo.

   Si te parece, empecemos en el pasado. Las supersticiones y lo que ahora llamamos ciencia tomaron cinco siglos atrás caminos diferentes. Antes, no existía distinción alguna entre la astrología y la astronomía, entre la alquímia y la química, o entre la religión y la filosofía. Las primeras fueron precisamente eso, primeros intentos de entender el mundo que por alguna razón no acababan de funcionar, así que ante la confusión sobre lo que era real y lo que no tuvimos que crear herramientas para discernir.  Ten en cuenta que si estuviéramos en aquellos tiempos, ni siquiera estaríamos hablando de esto, y este simple hecho representa un avance colosal para nuestra especie. Ahora podemos discutir si algo es real o no lo es. Es curioso pensar que antes de que nuestras herramientas de escrutinio de la realidad existieran, poca gente era capaz de plantearse algo tan sencillo.

   Resulta que al conjunto de estas herramientas hemos acabando llamándolo ciencia, una palabra que muchas veces se utiliza de manera grandilocuente, a veces se utiliza mal, y pocas veces bien. Y la razón es que la mayoría de la gente desconoce lo que es la ciencia. No deja de ser lamentable, porque vivimos en un mundo diseñado en muchos sentidos por nuestros conocimientos científicos, pero la ignorancia sobre lo que supone el hecho científico es mayoritaria.
   Verás, la ciencia no es una cosa, en realidad es un verbo. Cuando hacemos ciencia utilizamos una serie heterogénea de prácticas (herramientas) para obtener información. Empezamos a desarrollar técnicas y metodologías para adquirir conocimiento contrastable sobre el mundo de esta manera y lo seguimos haciendo actualmente. Habían habido incipientes intentos en la misma dirección mucho antes en diferentes partes del planeta, pero solemos considerar que hace unos cuatrocientos años se inició realmente la era de la ciencia porque fue entonces cuando sentamos las bases del método científico. Gracias a ellas hemos aprendido que la búsqueda del conocimiento es una empresa colectiva, y que la búsqueda debe realizarse con honestidad intelectual o no sirve de nada. Esto supone que debemos dejar de lado nuestros deseos e inclinaciones cuando nos disponemos a describir la realidad. Y haciéndolo, durante muchos años, inevitablemente hemos visto que éste conocimiento adquirido y contrastado es incompatible con algunas de las proposiciones que las creencias religiosas, místicas o culturales defienden.

   Puede que lo más importante que hayamos aprendido en estos 400 años es algo que ahora llamamos naturalismo; la idea de que existe una sola realidad natural independiente de nosotros mismos, que no hay separación alguna entre la naturaleza y lo sobrenatural (o dicho de otra manera, que lo sobrenatural no puede existir), y que el mundo se explica mediante una existencia material que podemos conocer y estudiar. Que somos parte del Universo y que nuestra posición no entiende de normas especiales, puesto que estamos regidos por las mismas leyes naturales que todo lo que vemos.

   Lo curioso es que llegamos finalmente a ésta conclusión dándonos cuenta de que no somos tan listos como creemos. Estamos constantemente mermados por sesgos de tipo cultural y cognitivo, lo que muy a menudo es difícil incluso de percibir. Tendemos a vivir de ilusiones y somos poco críticos ante los patrones que creemos ver, y que a menudo no están ahí de verdad. La respuesta de la ciencia ante esta confusión fue diseñar técnicas para someternos a nosotros mismos a chequeos de realidad para desenmascarar patrones falsos. Estos chequeos precisan de técnicas. Algunas son sencillas y otras necesitan de un entrenamiento durísimo.

    Una de ellas es el escepticismo, la necesidad de que ser el más duro crítico de tus teorías. Un porcentaje altísimo del trabajo de un investigador científico es el de buscar falsedades y errores en sus teorías favoritas. Es una manera contraintuitiva de hacer las cosas, incluso incómoda, pero su funcionamiento es extraordinario; nos ayuda a no caer presa de los espejismos, internos o externos.

   Otra técnica es el empirismo. Resulta que en algún punto también nos dimos cuenta de que tampoco somos lo suficientemente inteligentes como para entender el funcionamiento de las cosas simplemente pensando en ellas. Estamos obligados a salir ahí fuera y observar el mundo para conocerlo. Y lo que hemos conseguido ver mediante esta segunda herramienta es que los seres humanos no estamos separados de la naturaleza, que somos parte de ella y que el mundo natural es algo que debemos comprender lo mejor posible, cuidar lo mejor posible. Esto tampoco es algo obvio, así que como verás el naturalismo requiere no solo mucho entrenamiento, sinó además mucha humildad, porque es fácil perderse en nuestras percepciones.
   Por ejemplo, está claro que cuando hablas con alguien sabes que tiene pensamientos, sentimientos y que responde a tí. Pero está claro que si hablaras con un cadáver o con un palo encontrado en la calle no obtendrías esas mismas respuestas, así que no deja de ser algo normal pensar que un ser vivo posee algo que uno muerto o algo inerte no. Sea un espíritu, un alma que lo anima o algún tipo de fuerza vital. Y ahí está uno de los errores básicos, porque lo cierto es que esta idea nunca ha resistido un escrutinio riguroso; estás hecho de átomos, células y moléculas y el caso es que sabemos cómo se comportan. Las leyes que gobiernan el comportamiento de los átomos son comprendidas en su totalidad, aunque puedas oir por ahí que no. Si pones un átomo en esta u otra situación, un físico podrá decirte lo que hará acto seguido.

   Por eso, si crees que los átomos que forman tu cerebro y tu cuerpo actúan de manera diferente porque están formando a un ser vivo que los que forman una piedra o un camión, lo que estarás diciendo es que las leyes físicas son falsas, que necesitan ser alteradas a causa de la influencia de un espíritu o una energía mística. Podría ser que tuvieras razón, y aunque la posibilidad de que eso sea cierto es infinitesimal, la ciencia no puede descartarlo. Ser honesto con tu conocimiento es importante, pero aún lo es más ser honesto con tu ignorancia.
   La razón por la que a menudo no estamos de acuerdo es que no existe evidencia alguna para afirmar que hay un algo ahí, pero tu has decidido creer en ello. El marco explicatorio que obtenemos al asumir que absolutamente todo son átomos obedeciendo las leyes de los átomos es increíblemente fuerte, rico, elegante, y además, describe a la perfección el cosmos, pero tu has decidido ignorarlo.

   Podríamos ir más allá y hablar de cosmología moderna y el orígen del universo, de neurociencia y de lo que es la conciencia, pero irremediablemente voy a aburrirte dándole vueltas a lo mismo.
   Porque verás, el debate finalizó. Llegamos a una conclusión no hace mucho, y las pruebas para ella son abrumadoras.

   Lo que ha pasado es que el naturalismo ha vencido en el debate.

   Puedes visitar lecturas y clases de física, de biología, o de filosofía en cualquier lugar, y conocerás a un montón de gente cuya profesión es hacerse todas estas preguntas y divulgar una explicación rigurosa de la excitante naturaleza que tenemos en frente. Nadie menciona a dios, ni apela a una energía ilusoria, ni cree en sueños sobrenaturales nacidos de las noches más oscuras de la humanidad.  Todos aquellos y aquellas cuyo trabajo es explicar el mundo saben que la explicación naturalista es la única válida.

   Pero me temo que seguimos (y seguiremos) discutiendo porque la superstición religiosa y las creencias sobrenaturales te hablan por razones diferentes a las de explicar qué pasa en el mundo. Te cantan una canción primordial compuesta hace millones de años por unos primates llenos de miedo y confusión. Y la canción te gusta.
   Pero verás, la superstición es corrosiva. Enseña a la gente a estar satisfecha con no-explicaciones supernaturales y triviales y la ciega ante las bellísimas realidades que tenemos delante. Enseña a la gente a aceptar la autoridad, la revelación y la fe. La gente que gira hacia esas historias no lo hace porque las supersticiones expliquen cosas; lo hacen porque las creencias le dan un propósito, un significado a su existencia. Les dan un sentido de lo que es bueno y lo que es malo. Les dan esperanza, y la comodidad de esa sensación supera el hecho de que sea una sensación falsa. Así que entiendo que si quiero afirmar que la ciencia ha refutado a la superstición necesito explicarte lo que la ciencia tiene que decir sobre esos temas.

   Y en este punto tengo que decirte que hay buenas y malas noticias. Empezaré con las malas. Al Universo no le importamos. Todo él está formado por partículas elementales que carecen de inteligencia, juicio o sentido de lo que es malo o bueno. Y sí, es cierto; es fácil caer en la ansiedad existencial que la falta de propósito nos puede hacer sentir, pero aquí vienen las buenas noticias! Esa ansiedad y ese miedo son un error, porque existe otra opción. La opción de que nosotros mismos creamos el propósito, que el sentido de la vida está en nuestras manos. La opción de entender que si amas a alguien no es porque ese amor ha sido introducido en tí, sinó porque tú lo has creado, o que si eres bueno con alguien no es porque alguien o algo te ha dado las instrucciones para hacerlo, sino porque has escogido esa opción libremente.
 
   Estoy de acuerdo contigo en que este es un mundo aterrador a veces. Es normal que te afecten las cosas a un nivel profundo ante la realidad de que la naturaleza es indiferente, de que nadie está ahí para juzgarte cuando lo haces bien y perdonarte cuando la cagas. Pero también es profundamente liberador, y afrontar esa libertad es el reto más formidable que los dos tenemos delante. Porque podemos crear una vida que valga la pena ser vivida. La ciencia y sus técnicas son tan solo vías hacia el conocimiento, pero el conocimiento es poder. Nos da la capacidad de no quedarnos atorados y el poder de ser más libres.

   Nunca me topé con ningún dios, ni he visto ni sentido esa nube de energía improbable que pretendes que exista y en la que confías. Nunca ví espíritu alguno ni duendecillos en el bosque. Pero me he encontrado con muchos seres humanos, muchos de ellos maravillosos, otros no tanto, y tengo la certeza de que si aceptamos al Universo tal como es y no como quisiéramos que fuera, si somos honestos intelectualmente y no nos perdemos en historias y grandes promesas que prometen mucho pero dan poco, si nos acercamos a la realidad con una mente abierta y con humildad, entonces crearemos vidas mejores y más libres. Porque sí, toda esta historia trata de nosotros.

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