dilluns, 14 d’abril del 2014

PORQUÉ CREEMOS

   El psicólogo B.F Skinner fue el primero en estudiar sistemáticamente comportamientos supersticiosos en animales. En uno de sus experimentos, Skinner notó que al premiar con comida a unas palomas en intervalos al azar, en vez de hacerlo bajo normas más lógicas y predecibles (como tocar una tecla para recibir pienso inmediatamente), las aves exhibían un surtido de extraños de comportamientos, como saltos laterales o giros de 360 grados antes o después de tocar la misma tecla. Una danza de la lluvia aviar, vaya. Las palomas caían en esos comportamientos extraños porque estaban ante un esquema de intérvalo variable de refuerzo, en el que el tiempo entre pulsar una tecla y recibir comida variaba constantemente. En ese lapso entre picotear la tecla y recibir comida, lo que fuera que las aves hacían en ese momento se grababa en sus cerebros como patrones reales.
   Skinner notó que "cada respuesta se repetía casi en todos los casos en el mismo lugar de la jaula. El efecto del refuerzo de comportamiento pretendía condicionar al sujeto a responder a su entorno, no a ejetutar meros movimientos." Este comportamiento supersticioso se repetía con intensidad, durante unos quince segundos o más, con lo que Skinner concluyó que "el ave se comportaba como si existiera una relación causal entre su comportamiento y la aparición de comida, aunque la relación fuera falsa."

    Imagina que eres un homínido caminando por la sabana de un valle africano hace tres millones de años. Oyes un ruido entre la maleza. ¿Se trata del viento o de un depredador? Tu respuesta podría significar la vida o la muerte en unos segundos.
   Si asumes que el ruido es un peligroso depredador y resulta que tan solo es el viento, habrás incurrido en lo que se denomina tipo I de error cognitivo, un falso positivo, es decir, habrás creído que algo es real cuando no lo es. Has encontrado un patrón inexistente. Conectaste A (ruido en la maleza) con B (depredador a punto de atacar), pero en este caso A no estaba relacionado con B. Te alejas de la vegetación, durante unos minutos estás más atento y alerta y prosigues tu camino.
   Si asumes que el ruido en la vegetación es simplemente el viento haciendo bailar las hojas pero resulta que sí hay detrás de ellas un gran felino hambriento, habrás cometido un error cognitivo de tipo II, también llamado falso negativo. Lo que se resume en creer que algo no es real cuando sí lo es. En este caso, habrás fallado a la hora de ver el patrón real, porque esta vez A sí que estaba conectado a B. Ahora eres el almuerzo de alguien, y tus genes desaparecerán de la piscina genética homínida.

   Nuestros cerebros son máquinas de creer cosas, complicados órganos que básicamente reconocen patrones constantemente, que conectan puntos y crean significados en la realidad que observamos de la naturaleza. El jugador de fútbol que (A) no se afeita y (B) marca un gol es un ejemplo de falsa asociación entre puntos A y B, aunque es un ejemplo bastante inofensivo e inútil. Pero cuando la asociación es real, podemos decir que hemos aprendido algo del entorno en el que estamos, y es especialmente valioso en el caso de que gracias a ello podamos hacer predicciones que ayuden a nuestra supervivencia o reproducción. Somos descendientes de todos aquellos homínidos que en algún momento de la sabana, resultaron ser los más exitosos a la hora de encontrar patrones útiles. Este proceso se suele llamar aprendizaje por asociación, y está presente de manera fundamental en todos los animales, desde la Caenorhabditis elegans al Homo Sapiens. Michael Shermer lo llama Patternicity, algo así como Patronicidad, y lo resume como la tendencia a encontrar patrones con significado tanto del ruido con significado (depredador al acecho) como del ruido sin significado (viento).

   Por desgracia, no evolucionamos con un kit de detección de patrones sin significado, así que lo hicimos sin distinguir entre falsos y verdaderos patrones. No disfrutamos, en principio, de ningún proceso que gobierne la detección de patrones falsos o verdaderos para cada momento, y la razón de ello tiene que ver con los costes de cometer errores de tipo I o tipo II, que para la supervivencia son diametralmente opuestos. En resumen, la patronicidad ocurrirá siempre que el coste de un error de tipo I sea menor que el de uno de tipo II.
   Por supuesto, valorar la diferencia de un error tipo I y otro de tipo II es problemático, especialmente en un instante que ha de determinar si vivirás o morirás, así que evolutivamente la posición por defecto resulta ser la más conservadora; asumir que todos los ruidos en la maleza son peligros. El viejo por si acaso.
   Esta es la base para la evolución de todos los tipos de patronicidad, e incluye las supersticiones y el pensamiento mágico. Existió una selección natural del proceso cognitivo que asumía que todos los patrones eran reales y que todos ellos representaban fenómenos reales e importantes. Así que también somos descendientes de todos aquellos primates que más emplearon la patronicidad.

   Esto significa que la teoría de Shermer y otros psicólogos, biólogos y especialistas en evolución no indica porqué la gente cree cosas raras e ilógicas, sinó porqué la gente cree, sin más. Paternicidad es el proceso de buscar y encontrar patrones, conectar puntos A y B, y no es más que aprendizaje asociativo. Todos los animales lo hacen. Es la manera en que los organismos se adaptan al entorno cambiante, ya que la evolución trabaja lentamente. Los genes son seleccionados para esa misma adaptación, pero eso conlleva tiempo, generaciones de tiempo. Los cerebros aprenden, y pueden hacerlo casi instantáneamente. Aunque el reconocimiento de patrones verdadero nos ayuda a sobrevivir, un falso positivo no tiene porqué ser peligroso. Debido a nuestra necesidad de hacer asociaciones para sobrevivir y reproducirnos, la selección natural favoreció todas las estrategias asociativas, incluso aquellas que acababan siendo falsas. Es una manera sencilla de resumir que la gente cree cosas raras e ilógicas por nuestra necesidad de creer cosas reales.

   La asociación anecdótica y comportamiento supersticioso de las que se imbuyen religiones y todo tipo de otros negocios de la fe y la magia es una forma de patronicidad muy común en nuestro comportamiento. Si llevo esta camiseta hoy, el día me irá bien. El cáncer de un amigo remitió después de que comiera algas marinas. Quizá funcione! Bueno, y quizá no. Tan solo existe un método de reconocimiento de patrones a prueba de fuego, y como imaginarás se llama método científico. Tan solo cuando un grupo de pacientes tomando algas marinas se compare con un grupo de control podremos sacar conclusiones, e incluso eso puede no ser suficiente. Pero el método científico trabaja de la misma manera sea cual sea el perfil del problema; observamos, hacemos una suposición, la comprobamos experimentalmente, y sacamos conclusiones. El problema con el que nos enfretamos es que mientras la superstición y las creencias mágicas llevan con nosotros millones de años, nuestra observación de la naturaleza mediante la ciencia tan solo unos pocos cientos. El pensamiento anecdótico aparece de manera natural, y hacer ciencia requiere un duro entrenamiento que, al contrario que la superstición, sí ofrece resultados. Por eso mismo, ante tanta paloma bailando la danza de la lluvia, me resulta siempre difícil decidir si es más triste que comportamientos supersticiosos se presenten como alternativa a la razón, o que, debido a su enorme calado en nuestras sociedades, se suponga que debemos respetarlos.



Fuentes:
B.F Skinner "Superstition in the pigeon" Journal of the Experimental Analysis of Behaviour 38 (1948): 168-72
M. Shermer "The Believing Brain"
R. Dawkins "The God Delusion"














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