diumenge, 2 de novembre del 2014

STORM

   El otro día llegó a mi buzón la adaptación al cómic de una pequeña maravilla de Tim Minchin llamada "Storm" que, si no habéis visto, os recomiendo desde ya.
   Después de leer, releer y pensar en el poema, derivé inevitablemente a un recuento de mis encuentros con Storms de diversa índole que he tenido que sufrir en cenas, comidas y otras reuniones donde elevamos nuestros espíritus con la ayuda del vino y en las que nos vemos obligados a socializar con desconocidos. Con muchas personas de mi círculo más cercano, las anécdotas sobre encuentros con este tipo de personajes también derivan, especialmente hacia los interrogantes que surgen sobre cómo argumentar racionalmente delante de unas premisas que a menudo carecen de cualquier elogio a la razón. Es complicado saber blandir el arma de la lógica ante una persona que no considera la lógica como un camino seguro hacia el conocimiento, especialmente porque el posicionamiento más común entre el irracionalismo es una especie de visión abstracta convenientemente modelada para que la ignorancia sobre un tema parezca algo de igual valor que el conocimiento preciso adquirido durante siglos de investigación sobre el mismo.

   En el mundo de la salud, es especialmente alarmante cómo personas de inteligencia han caído en esta trampa. No ayuda nada que la salud sea una preocupación primordial en nuestras vidas, o que el sistema capitalista permita las prácticas poco éticas de las empresas en este campo. El de la salud es un campo abonado para la aparición de supersticiones, chollos y negocios.

   Un jovencísimo amigo mio falleció hace dos años por un cáncer complicadísimo. Desde el principio, los médicos le dieron muy pocas esperanzas, y sufrió durante su último año más de lo que pueda imaginar. Aunque en muchos sentidos nos dio una lección a todos sobre cómo encarar un hecho así, en algún punto inevitablemente cedió a charlatanes y probó todo lo que pudo para intentar curarse. Un día, durante el ecuador de su enfermedad, compartíamos unas bebidas en mi terraza, y me dijo que iba a probar todos los tratamientos posibles, fueran rigurosos o absurdos. Me preguntó mi opinión, alguien pronunció el nombre de Deepak Chopra, y me encontré de repente en una difícil situación; debía animarlo a saltar ese vacío sabiendo que no le iba a servir de nada? Debía mentirle?   El caso es que decidí ser sincero, intentando por supuesto ponerme en todo momento en su lugar. No sé si algún día decidiré si hice bien o mal. Todavía me lo pregunto a menudo.

   El negocio pseudo científico en la medicina es algo demasiado peligroso como para tomarlo a la ligera, hay demasiada gente como Chopra viviendo del sufrimiento de los demás. Y nada mal, además. Deepak, concretamente, vive a lo grande. Con una fortuna estimada de 80 millones de dólares, es habitual que el más bien torcido y oxidado estilete de la New Age se muestre muy a la defensiva cuando se le mencionan sus ingresos; hace poco leí un twit suyo impagable en el que declaraba que "la gente espiritual no debería avergonzarse de ser rica". Por supuesto que no, Deepak, no son pocos los ricos, celebridades y políticos con poder que han comprado tu paquete entero de condescendiente mixtura de filosofía oriental, convenientemente embotellada para las clases medias y altas de occidente. Debes cuidar a tus clientes.

   Por supuesto, no tenemos porqué juzgarlo por tener una fortuna. El problema es cómo consiguió esa fortuna. Chopra es algo así como el líder de lo que podríamos llamar medicina holística, un movimiento que asegura estar basado en la idea de tratamiento dirigido a la persona, no sólo a la enfermedad. En la práctica, este tipo de medicina implica tipos de tratamientos que la medicina basada en el método científico desacredita. Las teorías, por llamarlas de alguna manera, que llegan desde esta postura son básicamente una extraña mezcolanza de filosofía oriental y ciencia moderna, donde a menudo se utilizan términos científicos totalmente fuera de contexto. Por ejemplo, en su libro Quantum Healing, Chopra asegura que ya que el entrelazamiento cuántico lo enlaza todo en el universo (sic), éste es responsable de la creación de la conciencia. No sé cómo llega a tan espectacular resolución, ni sé si ha realizado los cálculos debidos utilizando mecánica matriarcial o mecánica de ondas complejas, los dos lenguajes de la mecánica cuántica sin los cuales no existe la mecánica cuántica.

   Bueno, en realidad sí lo sé. Y tú también. Él mismo reconoce en una entrevista que lleva años usando el término cuántico com metáfora, como por ejemplo en uno de sus grandes éxitos: la curación cuántica (sic). Se trata de una supuesta habilidad de la conciencia de corregir espontáneamente errores.
   Cuando se le pregunta por el uso erróneo de terminología científica, Chopra suele decir que su definición de estas palabras difiere de la de los orígenes de la palabra, lo que significa directa e invariablemente que sus definiciones son falsas, lo que a su vez significa que Deepak está mintiendo.    Ignorar de esta manera la realidad del mundo natural para inventar propiedades del mismo es algo que precupa poco a sus seguidores, pero que entronca de manera espectacular con el ideal científico.  

   Mentir es exactamente lo contrario que hacer ciencia.

   Por supuesto, Chopra no es tonto, y sabe que el uso, aunque sea incorrecto, de palabros técnicos otorga a su discurso un halo de credibilidad, visible tan solo debido al analfabetismo científico de la mayoría de sus compradores. Las bizarras teorías expuestas por Chopra y sus colegas pueden ser un sinsentido absoluto, pero sería incorrecto asegurar que no ayudan a nadie. Existen testimonios de gente que asegura haber sido curada por la medicina alternativa cuando la científica falló. Y obviando que muchos de estos testimonios tengan importantes sesgos y fantasías varias, sí es cierto que la mayoría de éxitos de la medicina alternativa están relacionados con enfermeades centradas en la experiencia subjetiva del paciente, como la depresión, o el dolor crónico. Claro está que este tipo de dolencias tienen muchas más probabilidades de ser curadas o aliviadas por el efecto placebo. Siempre, sin excepción, oiremos casos de personas cuyo dolor desapareció mediante prácticas de medicina alternativa, nunca sobre alguien cuyo SIDA fue curado.

   Yo no creo que ayudar a gente con depresión o dolor crónico mediante placebos esté mal, pero existen otras maneras de conseguir el efecto con muchos menos daños colaterales. Darle a alguien una pastilla de azúcar es inofensivo. Pero crear un marco ideológico alrededor de ello que nubla la vista y el juicio de la gente no lo es. El mayor problema con los practicantes de medicina alternativa es que presentan todo aquello externo a sus prácticas como el enemigo, negando la utilidad de los estudios científicos como medida de la eficacia de un tratamiento. De nuevo, prefieren no mirar a la naturaleza y su comportamiento real para así apuntalar una creencia no demostrada, y a menudo indemostrable. Siempre he pensado que este hecho, en común con la religión y otras supersticiones, convierte a este movimiento en una especie de culto, en el mejor de los casos.

   Porque, sin ninguna duda, si algún practicante de este movimiento descubriera una nueva forma de curar a la gente, todos lo celebraríamos, pero también sería posible testar que el procedimiento funciona. Negando la validez del método científico y sus filtros, los curanderos alternativos se desprenden de cualquier tipo de responsabilidad. Los sentimientos y posturas anticientíficas detrás de la medicina alternativa están muy extendidos, y no es difícil encontrar entre sus seguidores posturas contrarias a la de la comunidad científica en otros temas, como por ejemplo el calentamiento global. Sería injusto no hacer notar que estas posturas merman el acceso al conocimiento de la gente, alimentan la ignorancia sobre temas de todo tipo y crean sufrimiento en enfermos que hablan con amigos en una terraza y cuya situación es dificilísima.

    Su ataque al avance de una descripción rigurosa del mundo natural es constante, y esto sólo es posible debido a la creencia, apoyada por los defensores de la medicina alternativa, la religión y cualquier otro negocio basado en el analfabetismo científico, de que el conocimiento es tan solo una opinión, de que el método científico está desprovisto de toda seguridad y de que su uso no es adecuado en algunos temas.

   No seamos condescendientes con tipos com Deepak Chopra. No seamos indulgentes. Aunque parezca que un poco de curación cuántica pueda ser benigna, contribuye a una atmósfera que daña al pensamiento crítico. Aunque nuestras Storms puedan parecer simpáticas y bien intencionadas, sus posturas no lo son.

dimarts, 3 de juny del 2014

CARTA ABIERTA AL AMIGO MAGUFO

   Quiero explicarte una historia que tiene que ver con nosotros. Porque tu y yo buscamos cosas similares. Compartimos preocupaciones y nos planteamos el mismo tipo de preguntas. Cuál es la naturaleza fundamental de la realidad, qué es verdad y qué no lo es. Qué tipo de rol es el de la humanidad en el cosmos. Y aunque vemos las cosas de maneras muy distintas, continúo cabezudamente optimista sobre el hecho de que mediante el debate y la discusión razonada podemos hacer progresos, por muy diferentes que sean nuestras visiones del mundo.

   Si te parece, empecemos en el pasado. Las supersticiones y lo que ahora llamamos ciencia tomaron cinco siglos atrás caminos diferentes. Antes, no existía distinción alguna entre la astrología y la astronomía, entre la alquímia y la química, o entre la religión y la filosofía. Las primeras fueron precisamente eso, primeros intentos de entender el mundo que por alguna razón no acababan de funcionar, así que ante la confusión sobre lo que era real y lo que no tuvimos que crear herramientas para discernir.  Ten en cuenta que si estuviéramos en aquellos tiempos, ni siquiera estaríamos hablando de esto, y este simple hecho representa un avance colosal para nuestra especie. Ahora podemos discutir si algo es real o no lo es. Es curioso pensar que antes de que nuestras herramientas de escrutinio de la realidad existieran, poca gente era capaz de plantearse algo tan sencillo.

   Resulta que al conjunto de estas herramientas hemos acabando llamándolo ciencia, una palabra que muchas veces se utiliza de manera grandilocuente, a veces se utiliza mal, y pocas veces bien. Y la razón es que la mayoría de la gente desconoce lo que es la ciencia. No deja de ser lamentable, porque vivimos en un mundo diseñado en muchos sentidos por nuestros conocimientos científicos, pero la ignorancia sobre lo que supone el hecho científico es mayoritaria.
   Verás, la ciencia no es una cosa, en realidad es un verbo. Cuando hacemos ciencia utilizamos una serie heterogénea de prácticas (herramientas) para obtener información. Empezamos a desarrollar técnicas y metodologías para adquirir conocimiento contrastable sobre el mundo de esta manera y lo seguimos haciendo actualmente. Habían habido incipientes intentos en la misma dirección mucho antes en diferentes partes del planeta, pero solemos considerar que hace unos cuatrocientos años se inició realmente la era de la ciencia porque fue entonces cuando sentamos las bases del método científico. Gracias a ellas hemos aprendido que la búsqueda del conocimiento es una empresa colectiva, y que la búsqueda debe realizarse con honestidad intelectual o no sirve de nada. Esto supone que debemos dejar de lado nuestros deseos e inclinaciones cuando nos disponemos a describir la realidad. Y haciéndolo, durante muchos años, inevitablemente hemos visto que éste conocimiento adquirido y contrastado es incompatible con algunas de las proposiciones que las creencias religiosas, místicas o culturales defienden.

   Puede que lo más importante que hayamos aprendido en estos 400 años es algo que ahora llamamos naturalismo; la idea de que existe una sola realidad natural independiente de nosotros mismos, que no hay separación alguna entre la naturaleza y lo sobrenatural (o dicho de otra manera, que lo sobrenatural no puede existir), y que el mundo se explica mediante una existencia material que podemos conocer y estudiar. Que somos parte del Universo y que nuestra posición no entiende de normas especiales, puesto que estamos regidos por las mismas leyes naturales que todo lo que vemos.

   Lo curioso es que llegamos finalmente a ésta conclusión dándonos cuenta de que no somos tan listos como creemos. Estamos constantemente mermados por sesgos de tipo cultural y cognitivo, lo que muy a menudo es difícil incluso de percibir. Tendemos a vivir de ilusiones y somos poco críticos ante los patrones que creemos ver, y que a menudo no están ahí de verdad. La respuesta de la ciencia ante esta confusión fue diseñar técnicas para someternos a nosotros mismos a chequeos de realidad para desenmascarar patrones falsos. Estos chequeos precisan de técnicas. Algunas son sencillas y otras necesitan de un entrenamiento durísimo.

    Una de ellas es el escepticismo, la necesidad de que ser el más duro crítico de tus teorías. Un porcentaje altísimo del trabajo de un investigador científico es el de buscar falsedades y errores en sus teorías favoritas. Es una manera contraintuitiva de hacer las cosas, incluso incómoda, pero su funcionamiento es extraordinario; nos ayuda a no caer presa de los espejismos, internos o externos.

   Otra técnica es el empirismo. Resulta que en algún punto también nos dimos cuenta de que tampoco somos lo suficientemente inteligentes como para entender el funcionamiento de las cosas simplemente pensando en ellas. Estamos obligados a salir ahí fuera y observar el mundo para conocerlo. Y lo que hemos conseguido ver mediante esta segunda herramienta es que los seres humanos no estamos separados de la naturaleza, que somos parte de ella y que el mundo natural es algo que debemos comprender lo mejor posible, cuidar lo mejor posible. Esto tampoco es algo obvio, así que como verás el naturalismo requiere no solo mucho entrenamiento, sinó además mucha humildad, porque es fácil perderse en nuestras percepciones.
   Por ejemplo, está claro que cuando hablas con alguien sabes que tiene pensamientos, sentimientos y que responde a tí. Pero está claro que si hablaras con un cadáver o con un palo encontrado en la calle no obtendrías esas mismas respuestas, así que no deja de ser algo normal pensar que un ser vivo posee algo que uno muerto o algo inerte no. Sea un espíritu, un alma que lo anima o algún tipo de fuerza vital. Y ahí está uno de los errores básicos, porque lo cierto es que esta idea nunca ha resistido un escrutinio riguroso; estás hecho de átomos, células y moléculas y el caso es que sabemos cómo se comportan. Las leyes que gobiernan el comportamiento de los átomos son comprendidas en su totalidad, aunque puedas oir por ahí que no. Si pones un átomo en esta u otra situación, un físico podrá decirte lo que hará acto seguido.

   Por eso, si crees que los átomos que forman tu cerebro y tu cuerpo actúan de manera diferente porque están formando a un ser vivo que los que forman una piedra o un camión, lo que estarás diciendo es que las leyes físicas son falsas, que necesitan ser alteradas a causa de la influencia de un espíritu o una energía mística. Podría ser que tuvieras razón, y aunque la posibilidad de que eso sea cierto es infinitesimal, la ciencia no puede descartarlo. Ser honesto con tu conocimiento es importante, pero aún lo es más ser honesto con tu ignorancia.
   La razón por la que a menudo no estamos de acuerdo es que no existe evidencia alguna para afirmar que hay un algo ahí, pero tu has decidido creer en ello. El marco explicatorio que obtenemos al asumir que absolutamente todo son átomos obedeciendo las leyes de los átomos es increíblemente fuerte, rico, elegante, y además, describe a la perfección el cosmos, pero tu has decidido ignorarlo.

   Podríamos ir más allá y hablar de cosmología moderna y el orígen del universo, de neurociencia y de lo que es la conciencia, pero irremediablemente voy a aburrirte dándole vueltas a lo mismo.
   Porque verás, el debate finalizó. Llegamos a una conclusión no hace mucho, y las pruebas para ella son abrumadoras.

   Lo que ha pasado es que el naturalismo ha vencido en el debate.

   Puedes visitar lecturas y clases de física, de biología, o de filosofía en cualquier lugar, y conocerás a un montón de gente cuya profesión es hacerse todas estas preguntas y divulgar una explicación rigurosa de la excitante naturaleza que tenemos en frente. Nadie menciona a dios, ni apela a una energía ilusoria, ni cree en sueños sobrenaturales nacidos de las noches más oscuras de la humanidad.  Todos aquellos y aquellas cuyo trabajo es explicar el mundo saben que la explicación naturalista es la única válida.

   Pero me temo que seguimos (y seguiremos) discutiendo porque la superstición religiosa y las creencias sobrenaturales te hablan por razones diferentes a las de explicar qué pasa en el mundo. Te cantan una canción primordial compuesta hace millones de años por unos primates llenos de miedo y confusión. Y la canción te gusta.
   Pero verás, la superstición es corrosiva. Enseña a la gente a estar satisfecha con no-explicaciones supernaturales y triviales y la ciega ante las bellísimas realidades que tenemos delante. Enseña a la gente a aceptar la autoridad, la revelación y la fe. La gente que gira hacia esas historias no lo hace porque las supersticiones expliquen cosas; lo hacen porque las creencias le dan un propósito, un significado a su existencia. Les dan un sentido de lo que es bueno y lo que es malo. Les dan esperanza, y la comodidad de esa sensación supera el hecho de que sea una sensación falsa. Así que entiendo que si quiero afirmar que la ciencia ha refutado a la superstición necesito explicarte lo que la ciencia tiene que decir sobre esos temas.

   Y en este punto tengo que decirte que hay buenas y malas noticias. Empezaré con las malas. Al Universo no le importamos. Todo él está formado por partículas elementales que carecen de inteligencia, juicio o sentido de lo que es malo o bueno. Y sí, es cierto; es fácil caer en la ansiedad existencial que la falta de propósito nos puede hacer sentir, pero aquí vienen las buenas noticias! Esa ansiedad y ese miedo son un error, porque existe otra opción. La opción de que nosotros mismos creamos el propósito, que el sentido de la vida está en nuestras manos. La opción de entender que si amas a alguien no es porque ese amor ha sido introducido en tí, sinó porque tú lo has creado, o que si eres bueno con alguien no es porque alguien o algo te ha dado las instrucciones para hacerlo, sino porque has escogido esa opción libremente.
 
   Estoy de acuerdo contigo en que este es un mundo aterrador a veces. Es normal que te afecten las cosas a un nivel profundo ante la realidad de que la naturaleza es indiferente, de que nadie está ahí para juzgarte cuando lo haces bien y perdonarte cuando la cagas. Pero también es profundamente liberador, y afrontar esa libertad es el reto más formidable que los dos tenemos delante. Porque podemos crear una vida que valga la pena ser vivida. La ciencia y sus técnicas son tan solo vías hacia el conocimiento, pero el conocimiento es poder. Nos da la capacidad de no quedarnos atorados y el poder de ser más libres.

   Nunca me topé con ningún dios, ni he visto ni sentido esa nube de energía improbable que pretendes que exista y en la que confías. Nunca ví espíritu alguno ni duendecillos en el bosque. Pero me he encontrado con muchos seres humanos, muchos de ellos maravillosos, otros no tanto, y tengo la certeza de que si aceptamos al Universo tal como es y no como quisiéramos que fuera, si somos honestos intelectualmente y no nos perdemos en historias y grandes promesas que prometen mucho pero dan poco, si nos acercamos a la realidad con una mente abierta y con humildad, entonces crearemos vidas mejores y más libres. Porque sí, toda esta historia trata de nosotros.

dilluns, 14 d’abril del 2014

PORQUÉ CREEMOS

   El psicólogo B.F Skinner fue el primero en estudiar sistemáticamente comportamientos supersticiosos en animales. En uno de sus experimentos, Skinner notó que al premiar con comida a unas palomas en intervalos al azar, en vez de hacerlo bajo normas más lógicas y predecibles (como tocar una tecla para recibir pienso inmediatamente), las aves exhibían un surtido de extraños de comportamientos, como saltos laterales o giros de 360 grados antes o después de tocar la misma tecla. Una danza de la lluvia aviar, vaya. Las palomas caían en esos comportamientos extraños porque estaban ante un esquema de intérvalo variable de refuerzo, en el que el tiempo entre pulsar una tecla y recibir comida variaba constantemente. En ese lapso entre picotear la tecla y recibir comida, lo que fuera que las aves hacían en ese momento se grababa en sus cerebros como patrones reales.
   Skinner notó que "cada respuesta se repetía casi en todos los casos en el mismo lugar de la jaula. El efecto del refuerzo de comportamiento pretendía condicionar al sujeto a responder a su entorno, no a ejetutar meros movimientos." Este comportamiento supersticioso se repetía con intensidad, durante unos quince segundos o más, con lo que Skinner concluyó que "el ave se comportaba como si existiera una relación causal entre su comportamiento y la aparición de comida, aunque la relación fuera falsa."

    Imagina que eres un homínido caminando por la sabana de un valle africano hace tres millones de años. Oyes un ruido entre la maleza. ¿Se trata del viento o de un depredador? Tu respuesta podría significar la vida o la muerte en unos segundos.
   Si asumes que el ruido es un peligroso depredador y resulta que tan solo es el viento, habrás incurrido en lo que se denomina tipo I de error cognitivo, un falso positivo, es decir, habrás creído que algo es real cuando no lo es. Has encontrado un patrón inexistente. Conectaste A (ruido en la maleza) con B (depredador a punto de atacar), pero en este caso A no estaba relacionado con B. Te alejas de la vegetación, durante unos minutos estás más atento y alerta y prosigues tu camino.
   Si asumes que el ruido en la vegetación es simplemente el viento haciendo bailar las hojas pero resulta que sí hay detrás de ellas un gran felino hambriento, habrás cometido un error cognitivo de tipo II, también llamado falso negativo. Lo que se resume en creer que algo no es real cuando sí lo es. En este caso, habrás fallado a la hora de ver el patrón real, porque esta vez A sí que estaba conectado a B. Ahora eres el almuerzo de alguien, y tus genes desaparecerán de la piscina genética homínida.

   Nuestros cerebros son máquinas de creer cosas, complicados órganos que básicamente reconocen patrones constantemente, que conectan puntos y crean significados en la realidad que observamos de la naturaleza. El jugador de fútbol que (A) no se afeita y (B) marca un gol es un ejemplo de falsa asociación entre puntos A y B, aunque es un ejemplo bastante inofensivo e inútil. Pero cuando la asociación es real, podemos decir que hemos aprendido algo del entorno en el que estamos, y es especialmente valioso en el caso de que gracias a ello podamos hacer predicciones que ayuden a nuestra supervivencia o reproducción. Somos descendientes de todos aquellos homínidos que en algún momento de la sabana, resultaron ser los más exitosos a la hora de encontrar patrones útiles. Este proceso se suele llamar aprendizaje por asociación, y está presente de manera fundamental en todos los animales, desde la Caenorhabditis elegans al Homo Sapiens. Michael Shermer lo llama Patternicity, algo así como Patronicidad, y lo resume como la tendencia a encontrar patrones con significado tanto del ruido con significado (depredador al acecho) como del ruido sin significado (viento).

   Por desgracia, no evolucionamos con un kit de detección de patrones sin significado, así que lo hicimos sin distinguir entre falsos y verdaderos patrones. No disfrutamos, en principio, de ningún proceso que gobierne la detección de patrones falsos o verdaderos para cada momento, y la razón de ello tiene que ver con los costes de cometer errores de tipo I o tipo II, que para la supervivencia son diametralmente opuestos. En resumen, la patronicidad ocurrirá siempre que el coste de un error de tipo I sea menor que el de uno de tipo II.
   Por supuesto, valorar la diferencia de un error tipo I y otro de tipo II es problemático, especialmente en un instante que ha de determinar si vivirás o morirás, así que evolutivamente la posición por defecto resulta ser la más conservadora; asumir que todos los ruidos en la maleza son peligros. El viejo por si acaso.
   Esta es la base para la evolución de todos los tipos de patronicidad, e incluye las supersticiones y el pensamiento mágico. Existió una selección natural del proceso cognitivo que asumía que todos los patrones eran reales y que todos ellos representaban fenómenos reales e importantes. Así que también somos descendientes de todos aquellos primates que más emplearon la patronicidad.

   Esto significa que la teoría de Shermer y otros psicólogos, biólogos y especialistas en evolución no indica porqué la gente cree cosas raras e ilógicas, sinó porqué la gente cree, sin más. Paternicidad es el proceso de buscar y encontrar patrones, conectar puntos A y B, y no es más que aprendizaje asociativo. Todos los animales lo hacen. Es la manera en que los organismos se adaptan al entorno cambiante, ya que la evolución trabaja lentamente. Los genes son seleccionados para esa misma adaptación, pero eso conlleva tiempo, generaciones de tiempo. Los cerebros aprenden, y pueden hacerlo casi instantáneamente. Aunque el reconocimiento de patrones verdadero nos ayuda a sobrevivir, un falso positivo no tiene porqué ser peligroso. Debido a nuestra necesidad de hacer asociaciones para sobrevivir y reproducirnos, la selección natural favoreció todas las estrategias asociativas, incluso aquellas que acababan siendo falsas. Es una manera sencilla de resumir que la gente cree cosas raras e ilógicas por nuestra necesidad de creer cosas reales.

   La asociación anecdótica y comportamiento supersticioso de las que se imbuyen religiones y todo tipo de otros negocios de la fe y la magia es una forma de patronicidad muy común en nuestro comportamiento. Si llevo esta camiseta hoy, el día me irá bien. El cáncer de un amigo remitió después de que comiera algas marinas. Quizá funcione! Bueno, y quizá no. Tan solo existe un método de reconocimiento de patrones a prueba de fuego, y como imaginarás se llama método científico. Tan solo cuando un grupo de pacientes tomando algas marinas se compare con un grupo de control podremos sacar conclusiones, e incluso eso puede no ser suficiente. Pero el método científico trabaja de la misma manera sea cual sea el perfil del problema; observamos, hacemos una suposición, la comprobamos experimentalmente, y sacamos conclusiones. El problema con el que nos enfretamos es que mientras la superstición y las creencias mágicas llevan con nosotros millones de años, nuestra observación de la naturaleza mediante la ciencia tan solo unos pocos cientos. El pensamiento anecdótico aparece de manera natural, y hacer ciencia requiere un duro entrenamiento que, al contrario que la superstición, sí ofrece resultados. Por eso mismo, ante tanta paloma bailando la danza de la lluvia, me resulta siempre difícil decidir si es más triste que comportamientos supersticiosos se presenten como alternativa a la razón, o que, debido a su enorme calado en nuestras sociedades, se suponga que debemos respetarlos.



Fuentes:
B.F Skinner "Superstition in the pigeon" Journal of the Experimental Analysis of Behaviour 38 (1948): 168-72
M. Shermer "The Believing Brain"
R. Dawkins "The God Delusion"